Entrevista Guitbass 1999
- GUITBASS: ¿Cómo fue el proyecto de “El Sueño del Navegante”? ¿Qué tenías en la cabeza para ir nada más y nada menos que a Los Angeles a grabarlo?
- CHEMA VÍLCHEZ: Mira, tanto para “El Sueño del Navegante” como para “La Naturaleza Sagrada de la Vida”, y para el disco que grabé el verano pasado con John Stowell: “Contemporary Visions-Jazz Standards”, lo que me animó fue lo de siempre: Siempre he admirado a músicos como Patitucci, Weckl o Michel Forman. Me dije: “Voy a ofrecerles mi música, a ver si les gusta, y si es así, grabarla”. Primero les paso una cinta con temas, luego les llamo y, si les ha gustado, quedo con ellos en algún día libre y grabamos.
- GB.: ¿Qué te ha llevado a grabar estos discos?
- Yo no tengo otra cosa que hacer en la vida. Mi razón para levantarme esta mañana y vivir es la música, y por supuesto, las personas que me quieren, mi mujer, familia y amigos; lo que hago en mi vida es música. Podría tomarlo como un paréntesis y decir “ya grabaré dentro de un tiempo o algo así”. Eso no me interesa, sino hacer mi música. Tengo amigos allí pero es duro cambiar de ambiente. Es otro mundo, y es un mundo muy vacío, la vida allí es muy dura, hay mucha violencia, mucha asociabilidad. Puedes estar vivendo en un vecindario donde te pones enfermo y nadie se entera, y a nadie le importa lo que te pasa y donde la injusticia social es increíble. A mí esas cosas me afectan mucho. Ver el primer mundo, las mansiones de Bel Air, Beverly Hills y todas esas cosas, y a veinte metros, ver a un tío con un carrito que no tiene dónde caerse muerto, pero no uno, hay miles de personas vivendo en la calle. A mí EEUU no me gusta nada a estos niveles, pero paradógicamente creo, dentro de mi ignorancia, que en la música moderna lo más interesante se está cociendo en tres ciudades: Londres, Nueva York y Los Angeles. Son ciudades donde hay una creatividad y una vorágine de gente de todo el mundo. Te encuentras músicos italianos, alemanes, británicos, hindús, africanos y gente con un nivel brutal. Desde que llegas al aeropuerto estás aprendiendo, y eso me encanta, esa mezcla de ideas. El último disco “La Naturaleza Sagrada de la Vida” lo he grabado mitad en N.Y y mitad en L.A. En N.Y. es la misma historia; gente con un nivel muy alto, una mezcla enorme de culturas, de músicas..., no te encuentras el rock americano, el jazz americano, etc. Encuentras música de todo el mundo, por lo menos en mi experiencia. La gente va allí a ver qué pasa, y no es que esas ideas sean mejores o peores que otras, porque si se trata de un lugar para ir a vivir, me iría a Formentera o a un sitio tranquilo, pero esta fusión tan extraña en esas ciudades, es lo que me atrae de aquello, y suponen el porqué me fui allí a grabar.
- GB: ¿Eso es un caldo de cultivo que aquí en España no podrías encontrar?
- Aquí, en España, hay muchísimo talento, veo esto mismo que te estoy contando en Madrid y en el mundo del flamenco. El flamenco para mí, aparte de la música de España, es una de las cosas más interesantes que se hace hoy.
- GB: ¿En L.A. dabas clases de guitarra flamenca?.
- En el Musicians Institute di algunas clases de guitarra flamenca y luego, cuando fui a grabar “El Sueño del Navegante” también, pero en este último año ya no lo he hecho, porque dar clases es una cosa que ya estoy lentamente haciendo menos, quizá porque, entre otras cosas, ya llevo muchos años y es como una etapa de mi vida que ya ha terminado. Sí me interesa más dar clinics. Para abril o mayo daré algún clinic en el IMT. Me interesa tener un encuentro con músicos y en 4 ó 5 horas, hacer una exposición de cómo veo la música, con toda la humildad del mundo, sin decir “esto es así”, sino aportar mis conclusiones después de los años . Además, cuando te metes en la historia de grabar, de conciertos, y sales del círculo de España y te metes en cosas de afuera, la cosa cambia. Lo mismo te llaman para hacer una serie de conciertos. Hace poco me llamó Andrea Marcelli, para ir a N.Y. para tocar con el saxofonista Dave Liebman y con Jeff Andrews, el bajista, y cuando tocas con gente de ese nivel hay que estar muy en forma, al máximo de lo que puedas dar. Me gusta dedicar mi tiempo a tocar, a investigar, estudiar, componer... Por ejemplo, ahora, para el último disco, he compuesto música para otros dos más. De hecho ahora tengo uno a medio terminar y no puedo combinar esto con la enseñanza.
- GB: El IMT ¿ha podido crear un lenguaje musical que faltaba en Madrid?
- Creo que sí, hay una manera de tocar que es un concepto muy moderno. Mi filosofía de que lo que te tiene que dar la enseñanza es libertad, y esto vale para la música y para la vida misma, ser libre para ser feliz, quitarte miedos, quitarte trabas, prejuicios. En ese sentido es ver la vida con la mayor amplitud posible. En la música creo que es igual, tienes que ser capaz de tocar lo que oyes en tu cabeza, la música es una cosa mental y de corazón. Hay que evitar que la enseñanza se convierta en una serie de patrones.
- GB: Ahora ¿en qué te basas para tocar?
- Trato de tocar lo que oigo en mi cabeza, es decir, tratar de tener la libertad de tocar lo que se está oyendo y que sea tuyo, no imitación de nadie, algo personal. Tampoco te lo tienes que imponer porque siempre tenemos influencias, sino directamente pensar: “¿Qué oigo en mi cabeza?”, pues eso es lo que toco, dejar el silencio y decir: “Yo, ¿qué oigo?”, y ahí estás para tocar eso, intentando depurar al máximo lo que quiero decir, por ejemplo, trabajar un sonido que sea como la voz, con el que realmente tocas dos o tres notas y sientes que estás hablando a través de ese sonido.
- GB: ¿Qué tipo de música escuchas?
- Escucho mucha música clásica, es lo que más oigo, y mi músico favorito es Chopin, es lo que más me gusta del mundo, también Gonzalo Rubalcaba, Kenny Garret, Bartok, Shostakovich. Es más, para comentar el tema del papel que se puede tener como músico, la injusticia social me preocupa mucho, he viajado por el mundo y ves cosas terribles, y dices: “¿Qué hago yo ante todo esto tocando las seis cuerdas?”. Es muy banal, no parece serio. Sin embargo, te pones un disco de cierta gente y te da una felicidad inmensa. La música de Chopin me hace tan feliz, me hace reir, llorar, soñar..., de todo, y pienso qué bonito es que la música que yo hago pueda aportarle eso a una serie de personas. No me interesa para nada esto del héroe de la guitarra o que cuando tocas te digan “eres el mejor guitarrista del mundo”. Eso no me dice nada. No siento un orgullo personal por esto, lo del orgullo personal y lo del héroe de la guitarra no me interesa lo más mínimo. Me interesa dar un poquito de felicidad a la gente con lo que haga, y si lo consigues, ya está. Qué más me da si tú tocas dos notas y yo toco diez, si lo que tocas hace feliz a alguien, lo has conseguido. En el fondo no hay diferencia. Lo que importa es que estamos haciendo feliz a la gente, que estamos dando algo nuestro, algo tan interno, que es casi como una oración, sale de ti y le llega al otro. Lo bueno es si te digo: ”voy a tocar algo para ti, y lo voy a hacer con todas mis deseos de mandarte algo bueno”. Me pasaba hace años que había una parte de mí que decía: “A ver si sorprendo” y que me dijeran “¡Chema, qué bien tocas!”. Hoy esto me parece un error. Cuando hablábamos antes de las escuelas, yo creo que también es importante decirle eso a los estudiantes: “No compitas, no te midas con nadie, nadie tiene que pensar lo bueno que eres, trata de ser lo que tú eres, tocar lo que eres”. El problema que veo en el tema de la música, es si se toca desde el ego, con la música, ¿qué pretendo?, que la gente me admire, me adore, que sea el mejor, es el concepto del héroe de la guitarra. Me parece tan superficial..., sinceramente me parece un montaje comercial.
- GB: Si te hubiese preguntado antes que me contaras qué es la música sacra para ti, ¿ésa hubiera sido tu definición más completa?
- Sí, se define un poco con lo que estamos hablando. La verdad está en todos, cada uno tiene la suya, pero para mí la música es eso, se ha convertido en algo sagrado, algo que tiene que servir para poner un poquito de felicidad en las personas que la escuchan. Quisiera que se plasmara, a ser posible, lo positivo que yo tenga. Creo que todos tenemos una parte positiva y otra no tan positiva. Si la música que yo haga tiene una brizna de algo que pueda aportar a alguien, ya no sólo de felicidad, sino de hacer pensar, de introspección, por llamarlo de alguna manera, pues perfecto. Lo que tiene que importar es que cuando la gente se lleve el disco a su casa o vaya a un concierto, mientras lo esté escuchando sea feliz. A veces vamos a un concierto y en vez de ir a disfrutar, vamos a criticar, positiva o negativamente, “qué tío más bueno” o “qué malo”. Me parece una cosa muy superficial, porque creo que cuando vas a escuchar música, tienes que ir a que te llene, a que llegue a ti, al sentimiento y al corazón, y eso es lo importante, sin críticas ni juicios.
- GB: ¿Cómo ha evolucionado tu música en tu último trabajo?
- “La Naturaleza Sagrada de la Vida” lo ha escuchado mucha gente. Una vez me llamó la atención una opinión del dueño de una galería de arte que era músico. Me dijo que era un disco en el que había encontrado elementos de rock, de jazz, funk, música clásica,contemporánea, y está todo conectado, no es que aparezca primero una cosa, luego otra. No sé qué será, pero me parece un disco totalmente indefinible, tampoco es fusión. El último tema, que lleva una guitarra clásica y una cantante de ópera, supone un lenguaje contemporáneo. Me comentan que tiene algo de flamenco y otros me decían “esto es música contemporánea, de vanguardia”. Otra cosa que tiene “La Naturaleza Sagrada de la Vida” es que lo que estoy tocando es lo que quería oir, he intentado componer el disco que yo siempre busqué en las tiendas. Puede que el precio que tenga que pagar por eso sea que no le guste a nadie, pero a mí me gusta y me dice cosas.
- GB: Cuando has llevado las partituras para la grabación, los músicos ¿han hecho sus anotaciones o han respetado totalmente la pieza?
- Me gusta llevar escrito lo que oigo..., las líneas de bajo y los acentos de las baterías. En el caso de John Patitucci le dije “tú eres bajista y conoces mejor el lenguaje de tu instrumento, si tienes una aportación que pueda enriquecer, estoy abierto”. En ese sentido soy abierto pero me gusta llevarlo más o menos definido, o intentar hacer el trabajo lo más fácil posible. Estos músicos son muy rápidos grabando, pero lo malo es que las horas de estudio son muy caras, y por eso intento ir con el trabajo ya hecho. Normalmente les he dado las partituras a los músicos como mínimo una semana o quince días antes. A nivel compositivo de arreglos y estructuras, ahí sí que no se toca nada. Si Dave Weckl me dice “este acento yo lo metería aquí, porque creo que puede quedar mejor”, pues perfecto, pero cambiar estructuras no. Llevo muy mal el mundo comercial, no soy el músico de las masas, ni de grandes compañías discográficas, el precio que tendría que pagar sería hacer otra música, no he pasado por eso.
- GB: ¿Qué le recomiendas a los estudiantes?
- He conocido gente muy potente, todos estudian lo inimaginable. Hay instrumentos más fáciles que otros. La guitarra eléctrica es un instrumento relativamente fácil, ahora, vete al piano, al contrabajo o a la guitarra flamenca. Pregúntale a Vicente Amigo o a Jerónimo Maya cuánto estudian. Quizá con la guitarra eléctrica, si alguien te dice que no estudia mucho te lo puedes creer, es más fácil. Todo lo que te aporta el instrumento personalmente no es juzgable por nadie. Lo de la crítica y la autocrítica está bien hasta un cierto punto. Es muy importante para los músicos viajar, ver a otros músicos y salir de su país, porque cuando un chico de Salamanca es el mejor guitarrista de su ciudad, y se queda ahí, no va a sacar mucho de su formación como músico. Lo mejor de esta época ha sido el hecho de darme cuenta de todo lo que a uno le queda por aprender. Le recomiendo a la gente que viaje y que vea músicos de todas partes, porque se puede aprender muchísimo y uno toma una mayor percepción de la realidad.
- GB: ¿Cómo se llama el luthier de la guitarra fretless?
- Jorge Dlutowski
- GB: ¿Cómo llevas lo de la fretless? ¿Estás todavía en una época de experimentación?
- A mí me encanta ese instrumento. Es muy interesante. La sonoridad no la puedes explicar, es parecida a un cello. Bueno, estableciendo una comparativa, el violín es la guitarra, el contrabajo es el bajo eléctrico y el cello... Este instrumento tiene una particularidad. No sólo es quitarle los trastes a una guitarra, las pastillas que tiene las hizo Bartollini específicamente para este instrumento, para recoger la frecuencia concreta. Las cuerdas son una mezcla de guitarra y bajo, la afinación es como la de la guitarra..., quizá no sea ni una guitarra, en un momento dado puede parecer un bajo. Es un instrumento muy curioso.
Sólo nos queda desearle a Chema lo que él mismo espera de su música y de la vida. Mucha felicidad, Chema.